De acuerdo con los resultados del
Programa de Resultados Preliminares (PREP), la diferencia que separa al primero
del segundo lugar en la elección presidencial, resultó menor al que la mayoría
de las empresas encuestadoras había proyectado, de una diferencia en cifras
porcentuales de dos dígitos.
La excepción a estos resultados
presentados en una encuesta públicamente conocida fue la del periódico Reforma, la cual ubicó, días antes del
segundo debate, a Andrés Manuel López Obrador cuatro puntos por debajo del
puntero Enrique Peña Nieto, es decir, un pronóstico alejado también de los
resultados preliminares pues la diferencia de 6.51 puntos porcentuales registrada
por el PREP, coloca el resultado fuera del margen de error.
Ante este error generalizado de
los sondeos electorales se ha desatado un linchamiento en contra de las
encuestadoras. Las acusaciones de tergiversar la información con fines aviesos,
han conducido a la descalificación de un ejercicio que se realiza en los más
diversos países del mundo para tener una imagen de las intenciones de voto en
diferentes momentos del proceso electoral.
En ningún lado se piensa que adivinan
el futuro, pero en un país como México, en donde estas mediciones de la opinión
pública se aplican desde hace menos de dos décadas (50 años después que en
Estados Unidos), se está haciendo del error una expresión de corrupción.
Es lamentable escuchar a
políticos que antes se desenvolvieron en el medio académico exigir, en tono
amenazador, que el IFE ejerza un control sobre la labor de las empresas
encuestadoras. El origen del error y la revisión de las mediciones empleadas lo
están buscando estas últimas, sin duda las más interesadas en detectar la falla
y corregirla. Simple cuestión de sobrevivencia: la falta de credibilidad de los
resultados obtenidos pone en riesgo su competitividad en el mercado de los estudios de opinión pública.
La diferencia entre los
resultados preliminares y las encuestas difundidas hasta tres días previos a
elección no es extraña en este tipo de ejercicios, y las explicaciones pueden
ser de diversa naturaleza. El conocimiento de la opinión pública no es un
asunto fácil, como tampoco lo es su medición. Elisabeth Noelle-Neumann, como estudiosa
de las elecciones en la República Federal de Alemania y profesora de la
Universidad de Chicago, encontró que hay una “espiral del silencio” la cual es
un factor importante para explicar por qué las mediciones de la intención del
voto pueden diferir de los resultados de una elección.
El temor a quedarse solo está en
la base de un fenómeno en donde el que habla y difunde con mayor entusiasmo su
postura logra imponerse y atraer a los indecisos, quienes cambian su opinión
en el momento de marcar su voto.
Seguramente esta es parte de la explicación de lo que ocurrió en México.