La controversia que divide al
panismo en estos días no se plantea con claridad. Mientras el presidente Calderón y ex dirigentes del
partido como Luis H. Álvarez, Luis Felipe Bravo Mena, Germán Martínez Cázares y
César Nava, hablan de reformar en términos organizacionales al PAN, los opositores
a este proyecto se escudan en la defensa de sus raíces ideológicas. En
realidad, todo obedece a una disputa entre los grupos que coexisten dentro de
la organización partidista.
Desde mi punto de vista, si es
cierto que se piensa en una refundación desde los fundamentos, sería muy
importante retomar las raíces conservadoras del PAN y proyectarlas hacia el
momento actual, continuando el acercamiento con la democracia cristiana
iniciado en la última década del siglo XX.
Esta opción no está exenta de problemas
pues esta corriente política que separó a los católicos militantes de la
jerarquía de la iglesia para reconocerlos como ciudadanos y electores, ha
entrado en conflicto con la herencia de las encíclicas de Juan Pablo II, cuando
bajo su protección los católicos volvieron a militar como tales, como fue en el
caso de Polonia, que desafió al totalitarismo soviético.
El humanismo de González Luna
está cerca de estas concepciones, poco mundanas y desactualizadas en nuestro
mundo globalizado, si consideramos el importantísimo debate sobre los derechos
humanos, que se aleja de la concepción religiosa.
Recoger la tradición conservadora,
su peso en la historia de México, proyectándola al futuro, sería tan importante
como la labor realizada por Manuel Gómez Morín al proponer las instituciones
que el país demandaba para su desarrollo.
La labor realizada por el
gobierno de Calderón en políticas públicas como la salud, demuestra que el
gobierno de extracción panista pudo, con apego a sus tradiciones, apoyar
acciones surgidas de la sociedad para dar cauce a las prácticas cristianas,
como ocurre con el albergue para enfermos y familiares que se construirá en el
Hospital General que está bajo la responsabilidad de la Secretaría de Salud en
la Ciudad de México.
No olvido, por supuesto, la
corriente ultraderechista dentro del PAN; sin embargo, es evidente que ha
dejado de tener peso ideológico si consideramos la pérdida de lectores de los
libros de Salvador Borrego. El pragmatismo que ha traído consigo el ejercicio
del poder a distintos niveles durante los últimos 25 años, también ha
funcionado como un freno para la corriente que se ubica en el extremo del
abanico ideológico.
En suma, considero que el PAN
cometería un grave error si con ánimo revanchista se opone a las propuestas de
quien ha sido el político de ese partido con mayor presencia en la vida
nacional.