Como
habíamos dicho Henri de Saint Simón, ve en los Ingenieros la forma de poder que
los técnicos detentan en la sociedad contemporánea, ¿cuáles formas de
organización de este poder sueña y cuáles de ellas son extendidas, la
existencia de un poder de técnicos y de especialistas es tan viejo como la
organización social. Las finanzas, el ejército, la policía tienen en todo
tiempo sus formas más elementales y sus formas actuales que son
extraordinariamente elaboradas y dotan de los medios políticos a los medios de
ejercer su poder y también de revoluciones siendo que las revoluciones y los
golpes de estado han sido fomentados a la sombra de las espadas. Lo anterior lo
señala Jacques Billy en su libro Les Technocrates (PUF). Sería interesante
siguiendo a Billy escribir esta historia de la dependencia del poder político en
relación con el poder técnico.
También
se entiende por Tecnocracia el control de la dirección de la sociedad por
técnicos mudos por los imperativos técnico-económicos inicialmente el diseño
fue presentado en los años 1931-1933 al público americano por el Movimiento
tecnocrático. Este movimiento nace en Nueva York y se constituye como grupo de
estudios alrededor de Howard Scott personalidad carismática que prevalece con
una experiencia técnica y universal. Inspirándose de Thorstein Veblen , Scott
afirma qué la revolución tecnológica va a hacer caducos a los conceptos
económicos. La aceptación de aquellos era en efecto esta necesidad establecida
en función de la “escasez de los bienes económicos” la cual se había instituido
como principio de todo pensamiento económico anuncia el desfondamiento
inminente “del sistema de mercado”. (Sistema de Precios) y su remplazo por una bien
manufacturada tecnocracia.
Frecuentada
por las crisis económicas que acaba de conocer, los Estados Unidos de América
acogen favorablemente esta teoría económica, y ve nacer innumerables
movimientos tecnocráticos que se desarrollan en el otoño de 1932 pero cesan algunas
meses más tarde.
Para
ciertos sociólogos contemporáneos los tecnócratas son técnicos que pueden
imponer su poder tanto a los políticos tradicionales como a los propietarios de
las grandes compañías. Gobernando o siendo criticados por gobernar a través de
la técnica la cual es vista como una sociedad mecánica y se le reprocha una
visión deshumanizada de la sociedad; para otros no ofrecen soluciones de (organización).
Pero
otros todavía consideran a los tecnócratas como funcionarios de realismo in
suficientemente responsables y para otros son servidores del poder establecido.
Del
uso peyorativo al calificativo de la tecnocracia permanece que en una
sociedad manager,
directores técnicos o de cualquier otra manera. No son servidores públicos y su
incumbencia es la de ejercer sus competencias en un orden de políticas
limitadas.
Pero
también que ellos mismos sean conscientes o no de operar y de asumir por esta vía
incluso un conjunto de selecciones políticas. Enciclopedia Universalis p. 2051.
Para John
Kenneth Galbraith el juego tiene entre sus elementos a la tecnoestructura y a
los bienes compensatorios en el Nuevo Estado Industrial.
Reconsiderando
y ampliando temas ya tratados en “La era de la opulencia”, el economista
norteamericano John Kenneth Galbraith (nacido en 1908) se propuso en “El Nuevo
Estado industrial” —cuya primera edición en los Estados Unidos data de 1967—
describir el sistema económico norteamericano tal como se presta al análisis
cien años después de la publicación de “El capital” de Karl Marx. Se trata de
un estudio de las transformaciones que al autor considera inseparables de un
análisis global, y que lo conducen a llevar su reflexión más allá del campo
económico, en una perspectiva política y también ética.
En la
primera parte, Galbraith expone los fenómenos que considera más típicos de la
vida económica norteamericana: entre quinientas y seiscientas firmas controlan
la mitad del producto nacional; el desarrollo acelerado de la tecnología ha
sido paralelo a la concentración financiera; la transformación del papel de los
sindicatos y del Estado; y el surgimiento de una tecnoestructura (formada por
todos aquellos que aportan conocimientos especializados, cerebros o experiencia
a los grupos que toman las decisiones). Galbraith considera que la importancia
creciente del papel desempeñado por la tecnología priva del poder de decisión a
los propietarios del capital, exige el empleo masivo de aquél y, al mismo
tiempo, con el fin de cubrir los riesgos, un enorme fortalecimiento del Estado,
una de cuyas principales funciones consiste en la regulación de la demanda.
En
manos de las grandes empresas y del Estado que las sustenta, la tecnología
avanzada torna caducas —según Galbraith- las leyes de mercado establecidas por
la economía política clásica. Además, la iniciativa de decidir lo que ha de
producirse no corresponde al consumidor sino a las grandes organizaciones
productoras. Su puesta en marcha —en la cual la publicidad es un medio más
tiende a imponer una identificación entre los fines de la organización, los del
cuerpo social y los del individuo. Las grandes empresas modelan las actitudes
de la colectividad según sus necesidades.
En la
segunda parte del libro, Galbraith examina las consecuencias provocadas por el
cambio económico en el comportamiento social y político, así como las
diferentes soluciones posibles. Lo importante, señala Galbraith al formular
aquello que muchos años después se convertirá en un lugar común, no es la
cantidad de bienes sino la calidad de la vida. Por ello es conveniente
favorecer el fortalecimiento de los poderes compensadores, especialmente los
científicos y universitarios. Exaltar los fines estéticos, subordinar a ellos
la eficacia industrial y desarrollar la educación sólo lograrán entorpecer el
condicionamiento del consumidor y contribuir a dar el golpe de gracia al
sistema industrial. En sentido contrario a los precedentes, este sistema
—afirma el autor— formula altas exigencias intelectuales. Para satisfacer
éstas, crea una colectividad llamada, por su propia naturaleza, a impugnarlo.
Según Galbraith, ahí radica la principal esperanza de una renovación.
Recibido
como una especie de biblia por los estudiantes radicales de las Business
Schools, “El nuevo Estado industrial” ha sido violentamente criticado tanto por
los defensores del capitalismo como por los marxistas Los primeros lo
consideran la obra de un utopista inquietante; los segundos le reprochan
simplificar la realidad económica y descubrir las mismas taras en los regímenes
industriales del Este y del Oeste.
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