El
desplome de la Bolsa de Valores (4)
El Dinero
es una forma superior del intercambio del Sistema Capitalista y el Dinero
Incrementado dá Capital Financiero. En su libro Filosofía del Dinero George Simmel nos proporciona una mirada visionaria
a las consecuencias de la moderna economía monetaria en la división del
trabajo, así como en los procesos de alienación y cosificación en el trabajo y
la vida urbana.
“El dinero es más que una
medida de valor y medio de intercambio. Más allá de sus funciones económicas,
simboliza y encarna el espíritu moderno de la racionalidad, de la
calculabilidad, de la impersonalidad. Bajo su égida, ha prevalecido sobre la
visión del mundo antiguo que otorgaba primacía a los sentimientos y la
imaginación. Georg Simmel somete el dinero a examen, considerando su influencia
en las relaciones humanas y en la cultura, y ofreciendo un análisis clásico de
los aspectos sociales, psicológicos y filosóficos de la economía monetaria.
Analiza la relación del dinero con el intercambio, la personalidad humana, la
posición de la mujer y la libertad individual”.
Como escribe
George Ritzer, en su Teoría Sociológica Clásica,”
la filosofía del dinero ilustra muy bien la sofisticación y amplitud del
pensamiento de Simmel, demuestra concluyentemente que este se merece al menos tanto
reconocimiento por su teoría general como por sus ensayos sobre micro sociología,
muchos de los cuales pueden considerarse como manifestaciones concretas de su teoría
general”.
El Dinero ha merecido para las Ciencias
Sociales incluida en esta la Economía, la Sociología, la Antropología, la
Ciencia Política, él Derecho y las Ciencias Administrativas una importancia
Capital.
Por otra
parte, como se aprecia en la compilación de cartas: El Problema son los Bancos. Cartas a Wall Street:
“A partir de 2008, cuando
comenzó a derrumbarse el castillo de naipes de la bonanza inmobiliaria y
financiera, el mundo occidental se sumió en una crisis económica, social y
política de la que todavía no ha empezado a recuperarse.
La otra cara de la moneda de
los sombríos indicadores económicos: recesión, desempleo, pobreza; son las
historias de las personas de carne y hueso, aquéllas que padecen los excesos de
un sistema despiadado y demencial, que parece no tener otro fin que servirse a
sí mismo y a los altos ejecutivos que se enriquecen a toda costa. Como
respuesta a esta situación, los editores de la prestigiosa revista neoyorquina
N+1 lanzaron una página web donde invitaban a la gente a compartir sus
experiencias de abuso y desahucios a manos de los bancos y demás monstruos
financieros, en forma de cartas enviadas a las propias instituciones.
El problema son los bancos.
Cartas a Wall Street es una selección de las ciento cincuenta mejores cartas,
entre las más de ocho mil que se recibieron.
Además de la indignación compartida, las
cartas revelan una fuerte dosis de humor, de ironía y de estupefacción ante un
atraco institucionalizado, consentido por todos los gobiernos occidentales. Una
y otra vez, surge la misma pregunta, lanzada a los responsables de dirigir el
saqueo: ¿cómo pueden dormir por las noches?
Los autores de este libro son,
directa e indirectamente, todos los que han sufrido abusos, maltratos,
desahucios, etc., a manos del sistema financiero global, empeñado en ensanchar
el abismo entre una elite minúscula y una gran mayoría desposeída, que trabaja
para continuar manteniendo sus excesos y opulencia”.
Revisando
el libro de Joseph M. Colomer, El
gobierno mundial de los expertos
“¿Existe realmente un gobierno
mundial? ¿Son las actuales instituciones globales eficaces en la toma de
decisiones? ¿Pueden ser compatibles con unos principios básicos de democracia?
Sí, en efecto, existe un
gobierno mundial. El mundo está actualmente gobernado por unas pocas docenas de
burós, organizaciones, agencias, fondos, bancos, tribunales y directorios
autoproclamados de ámbito global. Estos organismos utilizan diferentes fórmulas
institucionales y de toma de decisiones, tales como la rotación de países o los
votos ponderados; confían en expertos no electos que diseñan alternativas y
decisiones; construyen políticas de consenso basadas en el conocimiento; y
emplean diversos mecanismos para tratar que los altos funcionarios rindan
cuentas de su labor. Pero la variedad de arreglos institucionales no es un
indicador de escasa capacidad de toma de decisiones o de ejecución de
políticas; más bien refleja la amplia gama de actividades de las instituciones
globales y la complejidad de su agenda de temas. La mayoría de las
instituciones globales han ganado en eficacia durante las últimas décadas. En
el mundo globalizado actual, la democracia está cambiando de escala, desde los
estados hasta el nivel mundial. El reto principal es el diseño y la elección de
las normas y procedimientos institucionales apropiados para un gobierno mundial
eficaz y democrático.
«¿Qué queda de la democracia
si los gobiernos nacionales tienen que inclinarse ante agencias globales
especializadas?
Colomer muestra magníficamente
como nos encontramos ya ante una regulación dispersa y sin rostro que es aún
más poderosa de lo que sería un “gobierno mundial” unificado. Y presenta
sugerentes perspectivas sobre lo que esto significa para las instituciones
democráticas del mundo» (Rein Taagepera).
«En este concienzudo y
estimulante libro, Josep M. Colomer muestra que ya existen instituciones
efectivas de gobernanza global. Un gobierno mundial único no es posible ni
deseable. Pero tampoco es necesario. En su lugar, unos conjuntos de
instituciones efectivas ya desarrollan las funciones esenciales de la
gobernanza mundial. Además, a pesar de las inquietudes por los “déficits
democráticos”, estas instituciones pueden cumplir los requisitos esenciales de
una democracia efectiva: representación, competencia, consenso y rendimiento de
cuentas» (Martin Wolf, Financial Times)”.
En mi opinión
el sofisticado mundo del Capitalismo Globalizado requiere de un personal político
cada vez más avezado entrenado teórica y prácticamente para manejar el
complicado engranaje y las sutilezas nacionales e internacionales que se juegan
día a día. Ese personal ha sido ya vislumbrado por Henri de Saint-Simon cuando
vio en los ingenieros a los especialistas y embriones de la Tecnocracia.
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