viernes, 16 de febrero de 2018

El desplome de la Bolsa de Valores (4)



El desplome de la Bolsa de Valores (4)

El Dinero es una forma superior del intercambio del Sistema Capitalista y el Dinero Incrementado dá Capital Financiero. En su libro Filosofía del Dinero George Simmel nos proporciona una mirada visionaria a las consecuencias de la moderna economía monetaria en la división del trabajo, así como en los procesos de alienación y cosificación en el trabajo y la vida urbana.

“El dinero es más que una medida de valor y medio de intercambio. Más allá de sus funciones económicas, simboliza y encarna el espíritu moderno de la racionalidad, de la calculabilidad, de la impersonalidad. Bajo su égida, ha prevalecido sobre la visión del mundo antiguo que otorgaba primacía a los sentimientos y la imaginación. Georg Simmel somete el dinero a examen, considerando su influencia en las relaciones humanas y en la cultura, y ofreciendo un análisis clásico de los aspectos sociales, psicológicos y filosóficos de la economía monetaria. Analiza la relación del dinero con el intercambio, la personalidad humana, la posición de la mujer y la libertad individual”.

Como escribe George Ritzer, en su Teoría Sociológica Clásica,” la filosofía del dinero ilustra muy bien la sofisticación y amplitud del pensamiento de Simmel, demuestra concluyentemente que este se merece al menos tanto reconocimiento por su teoría general como por sus ensayos sobre micro sociología, muchos de los cuales pueden considerarse como manifestaciones concretas de su teoría general”.

El Dinero ha merecido para las Ciencias Sociales incluida en esta la Economía, la Sociología, la Antropología, la Ciencia Política, él Derecho y las Ciencias Administrativas una importancia Capital.

Por otra parte, como se aprecia en la compilación de cartas: El Problema son los Bancos. Cartas a Wall Street:    

“A partir de 2008, cuando comenzó a derrumbarse el castillo de naipes de la bonanza inmobiliaria y financiera, el mundo occidental se sumió en una crisis económica, social y política de la que todavía no ha empezado a recuperarse.

La otra cara de la moneda de los sombríos indicadores económicos: recesión, desempleo, pobreza; son las historias de las personas de carne y hueso, aquéllas que padecen los excesos de un sistema despiadado y demencial, que parece no tener otro fin que servirse a sí mismo y a los altos ejecutivos que se enriquecen a toda costa. Como respuesta a esta situación, los editores de la prestigiosa revista neoyorquina N+1 lanzaron una página web donde invitaban a la gente a compartir sus experiencias de abuso y desahucios a manos de los bancos y demás monstruos financieros, en forma de cartas enviadas a las propias instituciones.

El problema son los bancos. Cartas a Wall Street es una selección de las ciento cincuenta mejores cartas, entre las más de ocho mil que se recibieron.

 Además de la indignación compartida, las cartas revelan una fuerte dosis de humor, de ironía y de estupefacción ante un atraco institucionalizado, consentido por todos los gobiernos occidentales. Una y otra vez, surge la misma pregunta, lanzada a los responsables de dirigir el saqueo: ¿cómo pueden dormir por las noches?

Los autores de este libro son, directa e indirectamente, todos los que han sufrido abusos, maltratos, desahucios, etc., a manos del sistema financiero global, empeñado en ensanchar el abismo entre una elite minúscula y una gran mayoría desposeída, que trabaja para continuar manteniendo sus excesos y opulencia”.

Revisando el libro de Joseph M. Colomer, El gobierno mundial de los expertos

“¿Existe realmente un gobierno mundial? ¿Son las actuales instituciones globales eficaces en la toma de decisiones? ¿Pueden ser compatibles con unos principios básicos de democracia?

Sí, en efecto, existe un gobierno mundial. El mundo está actualmente gobernado por unas pocas docenas de burós, organizaciones, agencias, fondos, bancos, tribunales y directorios autoproclamados de ámbito global. Estos organismos utilizan diferentes fórmulas institucionales y de toma de decisiones, tales como la rotación de países o los votos ponderados; confían en expertos no electos que diseñan alternativas y decisiones; construyen políticas de consenso basadas en el conocimiento; y emplean diversos mecanismos para tratar que los altos funcionarios rindan cuentas de su labor. Pero la variedad de arreglos institucionales no es un indicador de escasa capacidad de toma de decisiones o de ejecución de políticas; más bien refleja la amplia gama de actividades de las instituciones globales y la complejidad de su agenda de temas. La mayoría de las instituciones globales han ganado en eficacia durante las últimas décadas. En el mundo globalizado actual, la democracia está cambiando de escala, desde los estados hasta el nivel mundial. El reto principal es el diseño y la elección de las normas y procedimientos institucionales apropiados para un gobierno mundial eficaz y democrático.

«¿Qué queda de la democracia si los gobiernos nacionales tienen que inclinarse ante agencias globales especializadas?

Colomer muestra magníficamente como nos encontramos ya ante una regulación dispersa y sin rostro que es aún más poderosa de lo que sería un “gobierno mundial” unificado. Y presenta sugerentes perspectivas sobre lo que esto significa para las instituciones democráticas del mundo» (Rein Taagepera).

«En este concienzudo y estimulante libro, Josep M. Colomer muestra que ya existen instituciones efectivas de gobernanza global. Un gobierno mundial único no es posible ni deseable. Pero tampoco es necesario. En su lugar, unos conjuntos de instituciones efectivas ya desarrollan las funciones esenciales de la gobernanza mundial. Además, a pesar de las inquietudes por los “déficits democráticos”, estas instituciones pueden cumplir los requisitos esenciales de una democracia efectiva: representación, competencia, consenso y rendimiento de cuentas» (Martin Wolf, Financial Times)”.


En mi opinión el sofisticado mundo del Capitalismo Globalizado requiere de un personal político cada vez más avezado entrenado teórica y prácticamente para manejar el complicado engranaje y las sutilezas nacionales e internacionales que se juegan día a día. Ese personal ha sido ya vislumbrado por Henri de Saint-Simon cuando vio en los ingenieros a los especialistas y embriones de la Tecnocracia.       

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