jueves, 3 de mayo de 2012

Las campañas presidenciales

El tránsito del autoritarismo a la democracia en México debe mucho a las reformas de las normas legales contenidas en los códigos elaborados a partir de 1977-1978, para regular los procesos electorales. Sin embargo, la reforma de 2007-2008, que rige el actual proceso, ha sobre regulado el momento en que partidos y electores se conectan para que los primeros convenzan a los segundos de acudir a las urnas y apoyar sus propuestas.

Tanto es así que los tres meses dedicados a las campañas de los aspirantes a la presidencia de la República, estén pasando sin despertar el interés del electorado; son aburridas y carecen de la emoción que acompaña una verdadera competencia.

El próximo domingo se llevará a cabo el primer debate y los problemas ya empezaron. La decisión de TV Azteca de no transmitir el debate se ha interpretado por el candidato de las izquierdas, López Obrador, como un intento de las “grandes empresas televisoras” de favorecer al candidato puntero, Peña Nieto.

Por su parte, la candidata del partido en el gobierno, Josefina Vázquez Mota, no ha logrado transmitir la imagen que la hizo ganar la candidatura del PAN, y su estilo de hacer campaña ha sido criticado por el mismo ex presidente Fox, un especialista en mercadotecnia y experto en persuasión política.

La decisión del votante y su comportamiento, pese a los esfuerzos que se han hecho por estudiarlos, es un tema sobre el cual el azar tiene peso. Quizá con el debate el panorama cambie, si es que el candidato del PRI no tiene el atractivo mediático que se le ha atribuido de manera insistente. En este último caso, estaríamos en la última parte del periodo de campañas ante una reedición de las prácticas tradicionales de este partido.

Por ahora la corta duración de las campañas y la sobre regulación de las mismas no ha evitado la guerra sucia ni los gastos excesivos. Luego, no está allí el problema que se adujo para reformar al COFIPE. La reciente competencia democrática en México requiere de una madurez ciudadana propia de un país que ha pasado de rural a urbano, de una cultura política de súbditos a una participativa.

Estas formas que definen a los votantes pero no explican ni permiten prever su comportamiento electoral, son las claves del proceso de 2012. Al final de éste, tal vez quede claro que el cambio por la vía de la reforma legal se ha agotado, y que lo más importante ahora es dar mayor libertad al juego democrático, porque es la búsqueda del acuerdo y el respeto de los múltiples puntos de vista de las minorías lo que hace a una mayoría que, en una democracia, nunca es monolítica.

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